Fin de fiesta
Pedro Charro
Este es un libro que en 2014 trató de llamar la atención sobre la deriva de un fenómeno como la fiesta, tan común y a la vez tan propio de cada lugar y momento, tomando como ejemplo las fiestas de sanfermines y el espectáculo vibrante y peligroso del encierro. Hemos perdido la capacidad para la vieja fiesta, venía a decir. Hemos perdido el control. La fiesta no es sinónimo de juerga sin freno donde todo vale. El libro no encontró en aquel momento los ojos para leerlo, tal vez porque no se posicionaba claramente a favor o en contra, y los asuntos que trataba no admitían tibiezas: estaba en juego la tradición, siempre intocable, la visión de los toros como espectáculo artístico o como barbarie, el estar a favor o en contra de los derechos de los animales, el elogiar a los sanfermines o detestarlos por ser sinónimo de exceso. Los acontecimientos que han sucedido estos años, y la alarma sobre las agresiones sexuales en el contexto de la fiesta, reflejan que esta preocupación no estaba desencaminada. De todo esto habla este libro, pero no de una manera teórica o discursiva, sino a través de una crónica de la muerte de un joven corredor en el encierro, algo que pone de pronto a todo tipo de gente a discutir con ardor, en foros muy distintos, sobre el sentido de jugarse la vida porque sí, del trato a los animales, del respeto a la tradición o la manera en que gozamos y de esa cosa que viene de lejos, y que todavía nos distingue como humanos, la vieja fiesta, allí donde es posible el éxtasis y el encuentro con los demás de otra manera.